viernes, 15 de mayo de 2015

Promoción de Pulpa Ficticia



A partir del 20 de mayo y solo por cinco días se podrá descargar gratis desde el Amazon Kindle, el libro Pulpa Ficticia, luego de la promoción se continuará vendiendo a $ 1,29

martes, 5 de mayo de 2015

Pulpa Ficticia de venta en librería Altamira





Los libros: Pulpa Ficticia y Los sueños del alfil rojo de Eduardo Valdivia Sanz, de venta en librería
Altamira: jr. Ica 611, Piura.

martes, 3 de febrero de 2015

Extracto del libro: Pulpa Ficticia



(De venta en www.amazon.com)


El año de la catástrofe

En la puerta principal, el mayordomo frota la parte posterior de su cuello:
―El patrón regresó de Cañete―dice el mayordomo.
 Visitación, la cocinera, se persigna. Ay, Cristo de Pachacamilla, llegó mandinga. Y ahora, no está la patrona. Virgen santa, dale paz al señor―dice susurrando la cocinera―. Otra vez lamentos de lechuza por la noche.
Requena cruza la puerta sin mirarlos. Visitación cree que ha estado llorando, quizá está borracho.  Pobre alma.
Apenas Requena abre la puerta de su estudio, arroja un sombrero al suelo. Lo primero que ve, son las pinturas de sus hijos. Aquí estoy solo. Mi mujer y los niños, en Londres. La entiendo, estoy maldito.
Camina en círculos por el estudio; un temblor domina su mandíbula.
De pronto, él estira sus brazos hasta una mesa en la que hay una copa. Con un cerillo quema el terrón de azúcar de la cucharilla de absenta. Adoro el ajenjo, es lo único que calma el temblor de mi mandíbula. Se arroja en una tumbona y sus pensamientos vuelan hasta un cielo celeste…
Piura, 1881, al norte del Perú
Requena, descalzo sobre las lascas de la estación de trenes, mira el sol sobre las ventanas.
A lo lejos oye el traqueteo de un tren, él supone que debe de ser la locomotora que trae a las tropas chilenas. Requena ve un humo negro que se acerca, y un ardor empieza a recorrer sus tripas.   Hoy no hay un alma cerca. Ricos cobardes. Ningún señorón peleará contra los chilenos. Escondieron sus libras en las cuevas de Morropón. Si mandase, sería diferente. Mataría a los chilenos.
Requena frota su nariz con el pulgar, el humo de la locomotora lo envuelve:
—Muchacho, muchacho—grita un hombre de pantalones rojos.
El hombre se acerca hasta Requena.
—¿Qué haces, aquí? ¿No deberías de estar con tus padres?
—Soy huérfano, las autoridades cerraron el hospicio donde vivía. En Catacaos…
—…sí—dijo el soldado—. No pregunté tanto. Solo lárgate de aquí. 

jueves, 22 de enero de 2015

PULPA FICTICIA: FOTOGRAFÍA DE UN ESCENARIO DIFÍCIL


PULPA FICTICIA: FOTOGRAFÍA DE UN ESCENARIO DIFÍCIL

Reynaldo Cruz Zapata
(extraído del blog Ciudad del Pecado)


La literatura no puede ser considerada como realidad, sin embargo se nutre de ella, cada personaje, le debe el aliento y la imagen al escritor, a su contexto, a sus posibilidades y de una u otra forma a su ideal de humanidad. Pulpa Ficticia, es la última entrega de la literatura piurana, editada por caramanduca editores, nos ofrecen 8 fotografías que reflejan una violencia propia de este tiempo.
¿Cuándo se jodió el Perú?  Se pregunta Eduardo Valdivia Sanz, a través de uno de los personajes de este libro,  retomando la pregunta que Zavalita realizo en Conversación en la Catedral de Vargas Llosa. Pues sucede que en realidad nos seguimos jodiendo a diario.
El político, relato en el cual Valdivia aborda un vértice de la corrupción en la universidad pública, nos acerca a sucesos pasados y presentes, condenados a la reiteración, el punto de quiebre que se da en esa delgada línea que existe entre lo moralmente correcto y la traición de ideales por las tentaciones del sistema.
La literatura también es una voz de protesta, Eduardo Valdivia parece entenderlo, cada relato explora una realidad difícil, agónica, sin esperanzas como film sin resolución y con final abierto e historias en paralelo en espacio y tiempo. El hincha, el pensionista, un asunto conveniente, el político, el año de la catástrofe, nada dura para siempre, el fugitivo, y el ángel de Mecklenburgische Straβe, son historias que conmueven e indignan, hay una parte de nuestra realidad en ellas.
Cada historia, es como la visión del espejo retrovisor de una realidad que podemos palpar a diario, es por ello quizá que Eduardo, hace un ejercicio lúdico con el nombre de su segundo libro: Pulpa Ficticia. La pulpa es la esencia, médula, masa, la realidad misma que le otorga verosimilitud a la ficción. Y es que realmente somos un país de posibilidades imaginarias y para nuestra desgracia casi todas negativas. La corrupción y la apatía son males mortales.
Los personajes sienten, anhelan, caen, persisten en su sobrevivencia, se transforman, son los antihéroes de nuestro tiempo y espacio, entendiendo estas características complejas, donde las posibilidades son infinitas. Eduardo Valdivia, el creador de este universo plasmado en tinta y papel, parece no escuchar las suplicas de sus personajes quienes se preguntan ¿Por qué a mí? Pero a diferencia de nosotros no conocen Dios, ni religión valida donde buscar consuelo.
La escritura es una válvula de escape, una catarsis para no volvernos locos, en un país difícil, nuestra historia puede aparecer mañana en los titulares de los diarios sensacionalistas, la inseguridad en las calles es una constante. Pulpa Ficticia nos devuelve el aliento, el consuelo de que estamos jodidos, pero no muertos, que aún se puede hacer algo, por cambiar de avenida, como nos demuestra la fotografía de la portada del libro.
Pulpa Ficticia, es un libro exploratorio de nuestra realidad, sin duda, esta publicación es un manifiesto urgente, una llamada de atención para regresar a la cordura, después de un recorrido donde podemos apreciar el amor, pasión, evasión, inocencia, violencia, locura, engaño, que suceden en nuestra ciudad, la capital, la nación del norte, o en Europa. Pulpa Ficticia es la búsqueda de una respuesta: ¿Cuándo nos jodimos como especie?
La tragedia ronda los personajes, los puntos de quiebre les niegan finales felices, les derrumban su paraíso, la excusa perfecta es lo imperfecto de esta sociedad. No existen personajes buenos o malos, simplemente son estigmatizados por su contexto, ellos escogieron el camino difícil, o tal vez fueron obligados. Aquí no hay parada válida, es un retrato constante de la beldad caótica que nos deleita a diario.
Después de leer Pulpa Ficticia, nos queda la amargura de no ser capaces de reconocer si realmente es ficción o son crónicas de una realidad paralela. Dan ganas de salir a la calle, de publicar un texto en las redes sociales, de subir el volumen  de la música, recordar que aun somos jóvenes, que aún tenemos la capacidad de indignarnos, y la literatura es una herramienta propicia. Tenemos ganas de despertar, aunque no seamos muchos, aunque algunos nos hayan abandonado por el confort consumista y la suavidad evasiva de unas generosas ancas.
Eduardo Valdivia, Roger Santivañez, Fabián Bruno, Reynaldo Cruz y Josee Rivera
(Fotografía: Josué Aguirre - Blog del Verduguillo) 

                                                                                                                       

Ciudad del pecado, 19 de noviembre de 2014

Eduardo Valdivia Sanz, Pulpa Ficticia, lanzamiento por Amazon kindle

Fragmento II del libro Pulpa Ficticia



El ángel de Mecklenburgische Straße

Soy asiduo del bar Der blaue Trinker, en ese recinto abarrotado de fotografías de la Selva Negra, paso mis horas libres. Ahí, mis conocidos me dicen Der lahme y no me molesta. Soy calvo y cojo, y creo que feo también.
Herr, Der lahme—dijo el cantinero—Herr, Der lahme, hace días lo busca un hombre.
» Ese que está sentando junto a la mesa, al lado de la rockola. 
Cierro mis ojos, siento un frío intenso recorriendo mi espalda.  No me gustan los desconocidos.
 » Creo que es periodista, algo así me dijo.
Observo una sonrisa en el cantinero, sabe de mis manías sobre los extraños.
—Sí, ya me acordé. Es un periodista del Kulturprozess.
Me acerco hasta la mesa: 
—¿Tú eres periodista del Kulturprozess?  
—Sí, entrevisto a excombatientes. Escribo un reportaje. Cuento los últimos días del III Reich.
En la mesa del periodista hay una jarra de cerveza. Me gusta la cerveza. 
El periodista parece leer mis pensamientos.
—¿Desea un vaso?
—Sí, por favor. ¿Me sirve?
» Usted comprende que tengo algunas limitaciones.
Mi mano izquierda es un repugnante muñón del que solo conservo el pulgar.
El periodista baja los ojos, imagino que no quiere mirar mi muñón. Pareciera que siente vergüenza, culpa quizá. Un sentimiento que no defino entre las líneas de su rostro.
—No le molesta, si enciendo la grabadora.
Lanzo un soplido y miro desde la mesa hacia la ventana del bar.
—Chico, en los polígonos industriales de Leipzig, los neonazis reparten panfletos: «El holocausto nunca existió. Las imágenes filmadas en los campos de concentración las montaron los sionistas».
Sintiendo que me quema la nuca: bebo un trago de cerveza con una pajilla.
—Chico, si quieres oírme, pues allá tú: